Mujeres asesinadas
Miguel Angel Vásquez
A pesar del discurso oficial, en Oaxaca todo parece indicar que la política no se ha hecho para las mujeres, mucho menos claro, si son de algún partido opositor o luchan contra los abusos y malas costumbres. La historia reciente así lo testifica.
Tan solo en los cinco años recientes, dos damas han sido asesinadas por cuestiones políticas y una de ellas prácticamente expulsada de su comunidad por demandar participación en la contienda para poder ser electa presidenta municipal. Ahora ya todo mundo sabe que Beatriz López Leyva (el primero de mayo de 2009 fue detenido su presunto asesino, Jaime Santiago López) y Guadalupe Avila Salinas fueron asesinadas por motivos políticos en la Costa oaxaqueña. La otra mujer que quiso participar en política es Eufrosina Cruz Mendoza, y fue frenada tajantemente con amenazas y criterios legaloides. Ella recibió por su resistencia un reconocimiento de Felipe Calderón en marzo del 2008 en el marco del día internacional de la mujer y gracias a la lucha de ella y muchas otras y aún a pesar de la resistencia también de algunas mujeres empoderadas, como ahora se les llama a las diputadas, hubo reformas a la Constitución local que permite la participación de mujeres en las elecciones municipales, aún en las del régimen de usos y costumbres, pero ese es solamente un logro en el papel. Su sueño de dirigir los destinos de su pueblo, como el de muchas otras están empantanados porque está demostrado que Oaxaca es una entidad donde las leyes tienen a la violación como destino irremediable.
Pero en materia de mujeres asesinadas por su participación política hay otro personaje también casi olvidado. Se trata de la abogada Orfa Boorquez Valencia, una mujer que en Miahuatlán de Porfirio Díaz se enfrentó al cacicazgo de aquellos tiempos y siendo funcionaria municipal terminó como Beatriz y Guadalupe, al ser asesinada en el mes de agosto de 1996. Tres meses después, su sobrina Socorro Ojeda Boorquez fue también asesinada públicamente durante los festejos más importantes de la población. Como en el caso de Guadalupe Avila, han pasado los años y los autores intelectuales y materiales gozan de total impunidad. Y no es por ser pesimista, pero nada garantiza que ahora tras el crimen contra Beatriz López Leyva las cosas cambien. Pero lo más amargo es que en este contexto de violencia política la insistente e inútil campaña del IFE diciendo que “con tu participación la democracia crece” resulte un verdadero insulto. ¿Por qué? Porque los crímenes contra mujeres metidas a la política echa por tierra esa falacia. Porque en nuestro país la participación política de la clientela electoral inicia y termina el día en que se deposita la boleta en las urnas. Disentir, oponerse, y pretender actuar diferente no está permitido, mucho menos para las mujeres. Orfa, Guadalupe, Eufrosina y ahora Beatriz, pagaron caro intentar cambiar esa triste realidad.
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