Carolina Mejía Martínez
En el tema de la despenalización o
legalización del aborto convergen diferentes discursos. Dependiendo de la
arista por donde parta su análisis encontraremos la complejidad implicada en
entender éste tema.
Primero, es preciso definir que se entiende
por droga (s) o en el mejor de los casos, identificar que drogas son
consideradas ilegales y porque o quienes así las definen.
El
diccionario María Moliner define a la droga como una “sustancia que se prepara
y vende para cualquier finalidad: para usos industriales, para pintar, para
limpiar, etc. Particularmente, cualquier sustancia natural o sintética que se
emplea en *medicina; especialmente, las de acción enérgica y las que se emplean
para aliviar el dolor.”
Su clasificación deriva
en:
Droga
blanda o estupefaciente que no es adictivo o
lo es en bajo grado; como el hachís o la marihuana.
La
droga de diseño o droga
sintética.
Y la d. dura o estupefaciente muy adictivo que puede causar
trastornos graves; como la cocaína o la heroína.
Consideremos la ambivalencia de los términos
empleados de “ilegal” o “legal” de las drogas (¿por qué? O ¿para quién? son
legales o ilegales), cuando existen de manera natural o son creadas por el
hombre para diversos usos. Savater (como retoma Pérez Calleja en su artículo Fernando Savater frente a la actualidad:
¿prohibido prohibir? O acerca de la despenalización frente al estado clínico.), se identifica entonces en favor de la despenalización del uso de sustancias,
pues argumenta sobre el carácter discursivo con que son utilizados los términos
de despenalización o “legalización de las drogas”, aborto, y demás temas de problemática
global; y propone como solución utópica (pero posible) la comercialización
articulada de las mismas, pues mantener en ilegal o prohibir su uso y
comercialización no supone una solución adecuada a los problemas (en el abuso
de su consumo) ocasionados por las drogas. Más aún si la profundidad del asunto
estriba en el consumo y las sensaciones placenteras individuales de quien elige
ingerirlas, que se torna en problema cuando el actuar afecta a terceros. Es
decir, que en el plano ético, Savater responsabiliza de sus actos al individuo (dimensión
moral) que converge en un ambiente social dado, y sugiere: “las prohibiciones
no salvan a nadie de sí mismo, sólo sirven para aumentar los riesgos y los
precios” (F. Savater.2003)
La dimensión del tema en cuestión, recae significativamente
e implica un gran cuestionamiento ¿dónde empieza la criminalización de las
drogas?, o más claro: ¿dónde empieza el discurso moralizante sobre el uso o
consumo de sustancias? Es entonces donde el plano de lo moral; lo médico; el
tratamiento dado inadecuada o superficialmente, más que informativas de valor
en los medios masivos de comunicación; narcotráfico y mercado; así como el
papel del Estado y “sus” leyes, de acuerdo a cada nación; completan ésta
discusión, que implica una valoración cultural de las sociedades.
El ejemplo
de EU
En los años cincuentas y sesentas, en los
Estados Unidos aparecieron informes sobre alucinógenos. En ese mismo periodo se
elevo el consumo y el uso inapropiado de estas sustancias consideradas por la
ley estadounidense en la categoría I, de las más restrictivas, en los años 70.
Al ser declaradas como ilegales la línea de investigación sobre estas
sustancias se paralizó. Roland R. Griffiths y Charles S. Grob, ambos profesores
de psiquiatría y neurociencias en los EU, publicaron un artículo (en revista
Investigación y Ciencia, julio de 2011) acerca del uso terapéutico de los
alucinógenos específicamente la psilocibina
(un alucinógeno clásico, como la psilocina, mescalina, DMT y LSD), también
mencionan otros compuestos con potencial terapéutico como la ketamina, el MDMA
(conocido como éxtasis), el saborín A y la ibogaína. El artículo menciona
también que las investigaciones truncadas en los 70, sugerían que las drogas
podrían ayudar a tratar a pacientes con diferentes alteraciones psiquiátricas.
Las investigaciones recientes con psilocibina, de Griffiths y Grob, examinan la
eficiencia de las drogas en el tratamiento de la ansiedad de enfermos
terminales o como ayuda para superar adicciones. Los resultados son relatados
por los pacientes tratados con leves dosis de spilocibina, que en general mencionan
sus experiencias místicas que los hicieron realizar cambios de importancia en
su vida.
Teniendo presente el enfoque cultural de la
despenalización del uso de las drogas, Victoria Sánchez Antelo en su artículo Open 24hrs, consumo y drogas, en uno de
sus planteamientos ubica el tema del placer del consumo, y menciona que es
partir del tema del placer “donde se acoplan las estrategias de colonización de
los tiempos para el incremento del consumo y las reivindicaciones
descriminalizada” es decir que, atendiendo a lo placentero del consumo de
sustancias se pueden determinar rutas de acción para guiar el consumo, así como
diversificarlo o ampliarlo, y teniendo en cuenta lo que implica la redefinición
moral del placer general y particular en cuanto a drogas
se refiere. De lo que se trata entonces es de “normalizar” las prácticas que
determinadas sociedades tienen como tabúes, para el caso, la legalización del
consumo de drogas puede plasmar varios beneficios, médicos, personales y de
mercado. Algo que los programas políticos actuales deberían tener en cuenta.
La autora es estudiante de la carrera de
comunicación en la Universidad Madero campus Papaloapan.
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