Juan Manuel López Alegría
Siempre han existido personas que se apropian del trabajo de otros para obtener beneficios al hacerlos pasar como suyos. En Oaxaca el más famoso fue Andrés Henestrosa al pasar como propio el trabajo del espinaleño Wilfrido C. Cruz para el libro “Los hombres que dispersó la danza”.
Hace meses, el profesor Melesio Ortega fue despedido del diario “Enfoque” de Salina Cruz, al descubrirse que tomaba artículos y columnas de periodistas de la capital del estado y los firmaba con su nombre.
Hoy nos encontramos que el flamante PREMIO ESTATAL DE LA JUVENTUD BICENTENARIO 2010, orgullo de Matías Romero, Raúl Maldonado Zurita, resultó ser el plagiador más joven de la comarca.
Hace unos días leímos (por el 15 de marzo), por primera vez, uno de los trabajos de este muchacho sobre el brillante general romano Julio César, que con motivo de los idus de marzo publicó Maldonado Zurita en BBMNoticias, y otros medios.
Me llamó la atención que dijera que Bruto “era por tanto sobrino de ese funesto y ridículo personaje llamado Catón”. (Y también su yerno ya que Bruto se casó con la hija de este Catón, es decir con su prima). Supuse que el joven no sabía mucho sobre historia de Roma ya que sólo un ignorante llamaría así alguno de los dos Catones más famosos.
Más adelante en la lectura, otra frase certificó mi sospecha, cuando informa sobre uno de los asesinos del dictador romano: “Bruto era nieto del infame Servilio Cepión, el general romano que encontró el famoso Tesoro de Tolosa en el sur de las Galias”.
Si Maldonado supiera de qué hablaba (no todos los lectores estudian historia romana), podría haber dicho que esa zona es nada menos que la actual Toulouse, en Francia, ubicada a unos cien kilómetros de la frontera con España (Los Pirineos). Por cierto la antigua Tolosa es muy famosa porque fue reino de los visigodos y donde, ordenado por la Iglesia católica, se dio el mayor exterminio de “herejes”: los cátaros.
Maldonado también se confunde con los Servilios Cepiones y juzga mal a Bruto ya que este creía que obraba por el bien de Roma porque era republicano, y César… pero eso es otro asunto.
Ya había olvidado al autor de efemérides, cuando el domingo 27 de marzo, leo que el Premio de la Juventud, ahora escribe sobre Octavio Paz, por lo que aplico mi atención al texto, ya que pocos periodistas en Oaxaca se dedican a temas literarios. Comienza como siempre:
“PASANDO LISTA DE PRESENTE en el aula de la vida comentarte (sic) estimado lector que en 1990, Octavio Paz es galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Tal distinción remueve celos y orgullos. La figura de Paz alcanza dimensiones megatónicas en el mundillo intelectual mexicano y latinoamericano; más en el primero. Se radicalizan los bandos en pacianos y antipacianos. Se le venera y denosta al mismo tiempo, pero nadie lo ignora. Todo aquel que desea crecer busca su cobijo nobélico o se declara en franca rebeldía antipaciana. A muchos, su actitud les rinde frutos.”
Cuando leí “dimensiones megatónicas”, recordé que había leído una frase parecida hace años, que me llamó la atención porque era la primera vez que leía ese adjetivo en un texto literario (antes lo había conocido en comics de ciencia ficción). Pero lo que me trajo nuevas sospechas fue la presuntuosa erudición de nuestro premio juvenil cuando leí:
“En el texto que Octavio Paz lee en la ceremonia de recepción del Premio Nobel, plantea varias vertientes de reflexión. A mi juicio destacan tres: la aparición en el siglo XX de “las literaturas de América”; la búsqueda de la modernidad, y, el probable fin y mutación de la Edad Moderna.”
“¡Órale!”, dijo el maestro Yaguer, quien leía a mi lado.
Y nuestro erudito siguió con “hombres que pretenden hacer, de la literaria, una tradición transcontinental y una continuidad histórica…”; “que abarca desde el
Modernismo dariano con que se abre el siglo, hasta las manifestaciones de antecedente surrealista [¿sabrá Maldonado qué es?] que con diversos nombres florecieron en América y que ahora moribundas asoman sus cuencas vacías al siguiente milenio. Por ese hecho, Paz ya no es temporalidad de hombre sino historicidad literaria americana.”
Y muchas frases más de ese calibre. A estas alturas ya sabíamos que el texto era de Patricio Eufraccio Solano, de Filosofía y Letras de la UNAM, uno de los más importantes estudiosos de la obra de Paz y de Luis Cernuda, entre otros poetas famosos, y a quien le publica la mismísima Universidad Complutense de Madrid.
Para ubicar el escrito verdadero (Octavio paz, el hombre y su obra) sólo bastó pinchar en Google y ahí apareció, en ensayistas.org. y en otros medios, como una publicación de marzo de 2000 de la autoría de Eufraccio Solano, no de Maldonado Zurita.
Maldonado Zurita no copió todo el extenso ensayo de Patricio Solano, solamente el capitulo donde el (este sí) erudito se refiere al premio que recibió Paz, excepto la última línea:
“En este sentido, no sólo encuentro válida, sino atinada la propuesta de Paz en su discurso.”, porque creo que pensó que ya era mucha crema…
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