Sin trabajo de base y sin formación de cuadros propios, el PRD se ha convertido en santuario natural de todo aspirante desechado en el PRI. Los recién llegados enarbolan discursos de izquierda, pero mantienen prácticas corruptas que hacen imposible negar su ADN.
Miguel Angel Vásquez
En Tuxtepec, la calentura preelectoral entre los autodenominados izquierdistas ha devenido en un auténtico lodazal que puede servir para todo, menos para animar a la gente a votar por el “cambio” que los precandidatos anuncian, pero que nada más no llega. Y a ese paso, con esas prácticas y con esos personajes, ni llegará.
La descalificación mutua, la guerra sucia, las prácticas clientelares, el uso de recursos públicos para campañas y el encumbramiento de (ex) priístas recién incorporados, evidencian que el PRD a nivel estatal y municipal no solamente ha dejado de ser -¿alguna vez lo fue?- una opción distinta, sino que además de convertirse en una sucursal del PRI, reproduce y de manera burda, las prácticas más antidemocráticas de ese partido.
La mayor parte de los al menos cinco precandidatos a la diputación federal se dice de izquierda porque ahora viste de amarillo huevo y busca la postulación por el Partido de la Revolución Democrática, pero apenas hace tres, dos años o dos meses –según sea el caso- dirigían al Revolucionario Institucional, le quemaban incienso a Ulises Ruíz y hacían campaña a favor de Eviel Pérez Magaña. Ahora abjuran del partido cuyas más vetustas prácticas reproducen. Lo llevan en su ADN.
Es en ese contexto que El Chaquiste, el medio incómodo, remueve, en los expedientes nada secretos, el pasado y presente de los precandidatos destinados a evitar el regreso del PRI (¿alguna vez se ha ido?) oficial siendo ellos mismos la avanzada del PRI reloaded (recargado) en la captura del partido que presumió ser la antítesis del partido de los dinosaurios.
El arca del PRD
Para entender un poco de cómo se jodió esto de la promesa de cambio se requiere de hacer un poco de historia. En 1989, ante el autoritarismo, la corrupción y la antidemocracia fomentada por el PRI, se crea el Partido de la Revolución Democrática. Se dijo, sería la fuerza renovadora del país. Sus iniciadores, fueron algunos izquierdistas de pura cepa como el ingeniero veracruzano Heberto Castillo. Pero como en el cuento del chaneque –que algún día contaremos en estas páginas-, también llegaron a ese partido los primeros tránsfugas, saltimbanquis, camaleones, chaqueteros, auténticos Caballos de Troya. En los estados y las regiones conforme el partido fue ganando adeptos y elecciones pasó que las candidaturas a puestos de elección fueron otorgadas preferentemente a personajes ignorados o defenestrados por el PRI. Se fue haciendo –como ahora más intensamente- casi un prerrequisito para ser candidato del PRD tener como antecedente un pasado priísta. Si era negro, mucho mejor. Pero esa entrega de los sedicentes partidos de izquierda no fue actitud privativa del PRD. Lo mismo ocurría en Convergencia y el del Trabajo. De hecho, el fundador del primero fue el ex gobernador priísta Dante Delgado, el mismo que pretende hacer senador por Oaxaca al tres veces perdedor y ex diputado local y federal priista José Soto Martínez. Por su parte, el PT, fue aliado con Ulises Ruíz en su elección de gobernador y su dos veces diputado, Juan Bautista Olivera Guadalupe se distinguió como el perredista Zenón Bravo Arellano, por su cínica ignorancia y por estar en el Congreso a las órdenes del PRI. Así las cosas, los partidos con programa de izquierda se fueron convirtiendo casi desde sus inicios en la nueva arca –de puertas altas y anchas- salvadora del diluvio que venía.
Así, en la comodidad de ser en Oaxaca “opositor” domesticado, al PRD no le interesó formar cuadros. Sus relevos internos y las candidaturas se fueron entregando de manera generacional (ahí están los López-Nelio, los Jara, los Serrano, los Carmona, transmitiéndose cargos en la burocracia partidista, presidencias municipales y diputaciones). Luego, la pretendida oposición fungió como tal solo como forma de encarecer la negociación. Es del dominio público que quienes han mandado en el PRD han sido los gobernadores en tuno, Diódoro Carrasco, José Murat y Ulises Ruiz. Es en ese contexto que en la región del Papaloapan se alquiló la franquicia a ex priístas como Felipe Reyes en Loma Bonita; a Salvador Santos Sierra en Tuxtepec; a Víctor Hernández López en Jacatepec; a Juan Vidal en Ayotzintepec y más recientemente a José Manuel Barrera Mojica en Tuxtepec. Todos fueron dirigentes del PRI y militantes hasta que sus intensiones de ser postulados no fueron satisfechas en el tricolor. Como resulta obvio, con ellos se fueron antiguos amigos y colaboradores. A los viejos perredistas se les marginó en cargos de menor importancia, si bien les fue. Ante ello, impávidos, agacharon la cerviz. La chamba es primero, la dignidad y el proyecto de nación después. Como resulta también obvio, las candidaturas venideras se repartirían como ocurre ahora entre los antiguos contlapaches –sí, una cruza de compinches y mapaches- y los más recién llegados. De ese pelo va esta historia de cómo el PRI se jodió al PRD.
Su pasado los persigue
A continuación, una breve reseña de quiénes y cómo son los aspirantes a salvarnos con su desinteresado sacrificio.
De oficio periodista y más recientemente funcionaria del Cobao en Loma Bonita, Isabel Cano Pérez le va a todas. No hay contienda interna del PRD en la que no se encuentre. Formó parte de una frustrada directiva municipal colegiada, ha sido dos veces precandidata al gobierno municipal de Tuxtepec y precandidata también a la diputación local cuando la elección concurrió con la de gobernador. Acompañó en su campaña al ex diputado Daniel Dehesa Mora y como él, se alejó del proyecto de Andrés Manuel López obrador cuando el fraude electoral del 2006 quedó legalmente validado. Todo ello a pesar de que el triunfo de Dehesa Mora se debió a la fuerza arrolladora de AMLO, única y exclusivamente. Posteriormente, Cano Pérez se acercó al ex presidente del PRD en el estado José Luis Montero Garnica y su candidatura forma parte del viejo ardid de entrar a una contienda sin más posibilidades que la de negociar la declinación.
Lucía del Carmen Mora Morales, es síndico procurador del ayuntamiento. Al igual que Barrera Mojica, militó en el PRI toda su vida. Fue secretaria general en la directiva a nivel municipal y cuando las puertas se le cierra en el tricolor a Barrera Mojica, el PRD le abre las puertas. Ahora, ella hace campaña con el apoyo irrestricto del presidente municipal José Manuel Barera Mojica, con los recursos públicos del ayuntamiento y obviamente con la bendición de otro izquierdista cercano a Ulises Ruíz y en su momento a José Murat: Amador Jara. Fue además operadora y beneficiaria de otra gran simulación: la llegada a la dirigencia municipal del PRD de otro tránsfuga del PRI que es encumbrado en cuanto llega: Rubén Bracamontes. A este último le fue entregado hace unos días el cargo de dirigente municipal del partido negro-amarillo, pero no lo reconoce como tal el resto de los precandidatos.
Luis Fernando Canché Barajas es otro de los neo izquierdistas que antes buscaron cambiar al país desde el PRI. En agosto de 2009 él pretendió dirigir el Frente Juvenil Revolucionario (FJR-PRI) y fracasó. Fue por esos días que se unió a la precampaña del doctor Barrera Mojica y en el 2011 logró además de ser suplente del candidato, meter en la nómina a su esposa, Blanca Estela Salinas Juárez, quien como él, antes de ser progresista y liberal sirvió a administraciones del PRI como asesora jurídica en el área de seguridad pública. Canché Barajas ha sido en esta contienda, un severo crítico de los neo perredistas que llegan a la mesa servida. ¡Ver para creer!. Ha criticado además el nepotismo –de otros, no de su hermano el regidor de hacienda Alan Canché, ni el de su tío Fernando Canché Terán (destituido a principios de febrero de 2012), que también están en la nómina junto con el hijo de este último- y la realización de campañas proselitistas con recursos públicos. Esto en indirecta referencia a Lucía del Carmen Mora Morales y a su colega médico y regidor de comercio Adolfo Romero Lainas.
Karina Barón es dirigente de la UGOCP en el estado. La organización ha vendido sus servicios al PRI. Lo hizo abiertamente con Ulises Ruíz y con Fidel Herrera en Veracruz, pero a partir del asesinato de su líder nacional, Margarito Montes Parra, los dirigentes regionales empezaron a realizar sus propias negociaciones. Tan es así, que el dirigente de la UGOCP en el municipio de Tuxtepec, Benjamín Tomás Miguel ha dicho que él y su gente seguirán apoyando al PRI, que si Karina Barón sabe contar, no cuente con ellos. La precandidata que presumió en medios su cercanía con Jesús Zambrano –otro izquierdista caracterizado por traicionar a AMLO y negociar con Calderón- es protegida a nivel estatal por otro destacado ex militante priista: Benjamín Robles Montoya.
Por su parte, el ex síndico municipal de Tuxtepec, Nicolás Estrada Merino es junto con Gustavo Adolfo Bravo Ahuja de los únicos precandidatos que se han mantenido desde sus inicios en la autodenominada izquierda tuxtepecana fieles a la causa de Andrés Manuel López Obrador. El primero es protegido del secretario de Desarrollo Agropecuario, Salomón Jara Cruz y Bravo Ahuja tiene como ventaja una antigua cercanía, sin intermediarios, con con López Obrador.
De Adolfo Romero Lainas poco se sabe. Ha sido un regidor color gris rata, más conocido por tener cobrando en la nómina municipal a su esposa e hija. Eso sí, por medio de un intenso perifoneo propone aplicar el Estado de Derecho. Eso estaría bueno, podría empezar pidiendo cárcel contra quienes incurran en el delito de nepotismo y desvío de recursos hacia campañas electorales.
Esos son los candidatos de la izquierda. Pura gente fina.
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