Con tal de allegarse de recursos para la terminación de
su catedral, la jerarquía católica en Tuxtepec es capaz de todo, hasta de ir en
contra de los que enarbola como sus valores morales
De
la redacción
Desde principios de agosto pasado la empresa dedicada a la sonorización de
eventos y organización de noches-disco, Neón Digital 103, anunció la
celebración de su quince aniversario. Para hacer más impactante el hecho, por
medio de al menos una decena de espectaculares colocados en los principales
accesos de la ciudad invitó al evento donde el platillo fuerte sería la
presentación de stripers –hombres que
se desnudan ante la concurrencia- que forman parte del show Piel Caliente. El
evento sería amenizado también por edecanes de cuerpos excitantes y por
supuesto con poca ropa. Pero además, tendría como “madrina” del evento a un
comediante de nombre Pablo Cheng, quien
en las imágenes de los espectaculares muestra su lado más femenino. El asunto no tendría mayor impacto si tomamos
en cuenta que ese tipo de actos no están prohibidos por la ley ni la sociedad
tuxtepecana puede ser catalogada como
mocha o ultra-conservadora. Lo inaudito del asunto es que lo recabado por esta
actividad donde el erotismo sería el punto central se destinaría a la
construcción de la catedral católica de San Juan Bautista, Tuxtepec, mejor
conocida como La Barca. El evento se efectuó finalmente el 17 de agosto pasado
y se desconoce qué porcentaje de lo recaudado –¿sería el diezmo?- se mandó a
los fondos para la construcción del sitio de adoración y culto católico. Es
decir, que el templo de la cristiandad, tan persignada, sería financiado por
actividades que desde la moral cristiana son condenatorios: la homosexualidad,
el erotismo, la lascivia, el deseo de la mujer del prójimo –¿y el deseo del
hombre ajeno estará permitido?. Pero lo más curioso del tema es que nadie
comentó el asunto en los medios de comunicación o las redes sociales. La grey
católica no lee las letras chiquitas ¿o será que el fin justifica los medios? O
bien, existe la posibilidad de que la alta jerarquía católica –tan del siglo
XVI en otros temas como la interrupción del embarazo en determinados casos y
opuesta al uso del condón- finalmente está aceptando en su seno a la comunidad
homosexual y está entendiendo que la sexualidad es parte inherente a la persona
humana (tanto que la acepta e indirectamente la promueve). Si fuera esto último
habrá que felicitar la llegada de la edad de las luces a la iglesia católica.
Si fuera que el dinero destinado a una noble causa limpia su origen pecaminoso,
la iglesia católica estaría en problemas. Aunque no lo quiera ver.
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