Esperanza
del Carmen González Valentín
A razón de pensar desde la cosmovisión
propia, no podemos entendernos aisladamente, sino en tanto pertenecemos a una
comunidad específica por pequeña que sea, señala Floriberto Díaz en su escrito
presentado en el Seminario Centroamericano en el año de 1995. La relación entre
los Derechos Humanos y los Derechos Indígenas son fundamentales y, estos han
tenido grandes vacíos dentro de los organismos gubernamentales y estatales a
pesar de sus representaciones, como sucede en el estado de Oaxaca.
Si bien
los derechos humanos son aquellos derechos relativos a bienes primarios, en la
interpretación desde la concepción indígena no solo se busca un bienestar único sino el de todos los
seres humanos, para ello es necesario aceptar y entender que en las comunidades
indígenas existen elementos que identifican plenamente al espacio territorial,
demarcado y definido por la posesión que históricamente y ancestralmente han
tenido, un espacio que más allá de ser físico, es un espacio con el cual se
sienten identificados, es la relación espiritual y física de pertenencia mutua.
La historia común que en lo pueblos es
vitalidad y fuerza, permite la explicación
en un sentido literal de la vida en el pueblo, que se refuerza con una variante
de la lengua del pueblo a partir de la cual se identifica el idioma común y
permite establecer contacto con otros pueblos y personas. La organización que
define lo político, cultural, social, civil, económico y religioso muestra la
manera de ser, la esencia para existir y conformarse.
De estos elementos se parte para entender
que el reclamo al derecho a la tierra o al territorio no es una cuestión de
demandas simples en reparto agrario, como se ha entendido, es una cuestión
abstracta en términos de compresión, que es necesario profundizar. En el pensamiento occidental la tierra solo es
un objeto de valor y no de relaciones de naturaleza y ser humano.
Para los pueblos es fundamental la defensa de
su territorio, y es aquí precisamente donde los derechos se contraponen a los
intereses, los grandes conflictos, recientes y no recientes, se deben a la
defensa del territorio, en palabras de Floriberto Díaz, es la defensa de
nuestra Madre, así la relación parental que se adquiere al nacer es de pertenencia
espiritual, trabajo y espacio: esta realidad, aún no es contemplada por las
leyes mexicanas. Sin embargo, la lucha que
se ha abrazado en diversos pueblos indígenas del mundo, exigen las mismas
demandas de respeto, del derecho a ser reconocidos como pueblos, mismo que ha
sido denegado. No podemos entender que el mundo occidental sea totalizador y
quiera enterrar nuestra memoria. Nuestra historia tienen elementos que nos
hacen también parte de este espacio, del cual, claro está, tenemos que aprender
a convivir. De ahí que la exigencia a libre determinación sea un asunto
colectivo.
El modo de entender esta situación,
que ha sido desarrollado desde la propia filosofía Ayuujk, es a través del
concepto de WijënKajën, el cual significa literalmente el modo de despertar y desenvolverse, cabe señalar que no se
entiende si no habitas y convives en el espacio. Es lo que también da paso a la
existencia a la cultura que por si sola no puede formarse, se requiere de
personas, espacio y condiciones que permitan su producción y reproducción, esto
se señala también en el escrito de Díaz.
El derecho propio de los pueblos indígenas,
busca hacer justicia por medio de la recuperación de la armonía entre las
partes y la paz consigo mismo. Las demandas actuales que reivindican la defensa
de la tierra, no podemos entenderla separada de la cultura indígena. Cultura
que no es folklor, sino filosofía y modo de vida. Los pueblos indígenas poseen
un potencial creativo que debe apreciarse y, tener una tierra, es indispensable
para el desarrollo de todos y de uno.
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