martes, 27 de noviembre de 2012

Bienestar de todos, bienestar de uno: el derecho a la tierra





Esperanza del Carmen González Valentín

A razón de pensar desde la cosmovisión propia, no podemos entendernos aisladamente, sino en tanto pertenecemos a una comunidad específica por pequeña que sea, señala Floriberto Díaz en su escrito presentado en el Seminario Centroamericano en el año de 1995. La relación entre los Derechos Humanos y los Derechos Indígenas son fundamentales y, estos han tenido grandes vacíos dentro de los organismos gubernamentales y estatales a pesar de sus representaciones, como sucede en el estado de Oaxaca.

            Si bien los derechos humanos son aquellos derechos relativos a bienes primarios, en la interpretación desde la concepción indígena no solo se  busca un bienestar único sino el de todos los seres humanos, para ello es necesario aceptar y entender que en las comunidades indígenas existen elementos que identifican plenamente al espacio territorial, demarcado y definido por la posesión que históricamente y ancestralmente han tenido, un espacio que más allá de ser físico, es un espacio con el cual se sienten identificados, es la relación espiritual y física de pertenencia mutua.

La historia común que en lo pueblos es vitalidad y fuerza, permite la explicación en un sentido literal de la vida en el pueblo, que se refuerza con una variante de la lengua del pueblo a partir de la cual se identifica el idioma común y permite establecer contacto con otros pueblos y personas. La organización que define lo político, cultural, social, civil, económico y religioso muestra la manera de ser, la esencia para existir y conformarse.
De estos elementos se parte para entender que el reclamo al derecho a la tierra o al territorio no es una cuestión de demandas simples en reparto agrario, como se ha entendido, es una cuestión abstracta en términos de compresión, que es necesario profundizar.  En el pensamiento occidental la tierra solo es un objeto de valor y no de relaciones de naturaleza y ser humano.

 Para los pueblos es fundamental la defensa de su territorio, y es aquí precisamente donde los derechos se contraponen a los intereses, los grandes conflictos, recientes y no recientes, se deben a la defensa del territorio, en palabras de Floriberto Díaz, es la defensa de nuestra Madre, así la relación parental que se adquiere al nacer es de pertenencia espiritual, trabajo y espacio: esta realidad, aún no es contemplada por las leyes mexicanas.  Sin embargo, la lucha que se ha abrazado en diversos pueblos indígenas del mundo, exigen las mismas demandas de respeto, del derecho a ser reconocidos como pueblos, mismo que ha sido denegado. No podemos entender que el mundo occidental sea totalizador y quiera enterrar nuestra memoria. Nuestra historia tienen elementos que nos hacen también parte de este espacio, del cual, claro está, tenemos que aprender a convivir. De ahí que la exigencia a libre determinación sea un asunto colectivo.

El modo de entender esta situación, que ha sido desarrollado desde la propia filosofía Ayuujk, es a través del concepto de WijënKajën, el cual significa literalmente el modo de despertar y desenvolverse, cabe señalar que no se entiende si no habitas y convives en el espacio. Es lo que también da paso a la existencia a la cultura que por si sola no puede formarse, se requiere de personas, espacio y condiciones que permitan su producción y reproducción, esto se señala también en el escrito de Díaz.

 El derecho propio de los pueblos indígenas, busca hacer justicia por medio de la recuperación de la armonía entre las partes y la paz consigo mismo. Las demandas actuales que reivindican la defensa de la tierra, no podemos entenderla separada de la cultura indígena. Cultura que no es folklor, sino filosofía y modo de vida. Los pueblos indígenas poseen un potencial creativo que debe apreciarse y, tener una tierra, es indispensable para el desarrollo de todos y de uno.  

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