Miguel
Angel Vásquez
Finalmente,
quien dijo sería el presidente del empleo y terminó siendo el presidente de la
guerra está a 72 horas de dejar el poder y muy probablemente, también el país.
Felipe
Calderón se llevará consigo, el saldo de más de 60 mil muertos, unos 20 mil
desaparecidos y casi un millón de desplazados.
Su
guerra, es percibida por analistas serios, militares y medios de comunicación
como un rotundo fracaso: Los datos son duros:
Las
drogas siguen fluyendo como ríos, los cárteles no han desaparecido y si bien
unos han sido debilitados otros están más fortalecidos que nunca; el consumo de
drogas se incrementó en nuestro país durante este sexenio, sobre todo entre
niños y adolescentes.
Pero,
por qué se perdió esta guerra, la guerra que Calderón inició con la intensión
de legitimarse, es decir, para tener tras de sí la fuerza física, imponente y
terrorífica de las armas?
Entre
otras cosas, porque se armó a policías y militares para mandarlos a las calles,
pero no se fortaleció la impartición de justicia, la prueba está en que hoy solo
uno de cada cien delitos es castigado en México. El número de presos se ha
incrementado hasta llegar a más de 250 mil en todo el país, pero de ellos un
escaso número resulta con condena y la readaptación social del delincuente es una auténtica farsa. Las cárceles, además
de ser universidades del crimen son islas donde la violación de derechos
humanos es sumamente grave.
Total,
que termina un régimen cuestionado por la forma fraudulenta de agenciarse el
poder y sancionado por su mal desempeño con la pérdida de las elecciones
presidenciales. Al relevo entra otro personaje que tomará el poder blindado contra el pueblo
que supuestamente lo eligió. En materia de justicia y derechos humanos, saltan
a la mente los casos Paulette y Atenco como cartas de presentación. Así que el
optimismo no es precisamente lo que permea en el ambiente.
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